lunes, 25 de enero de 2010

CUMPLEAÑOS EN LUNA LLENA

Érase una vez una chica llamada Yaki, era muy guapa, alta, rubia, con ojos grises y mirada triste.
Vivía sola en una casa muy grande y luminosa, pero un poco aislada, pues estaba al otro lado del pueblo, apartada, en medio de un bosque rodeado de grandes árboles y un lago precioso.
Yaki, por el día trabajaba en una tienda del pueblo dónde había tumbonas, pelotas, sombrillas... Pero por la noche se encerraba en su casa y ya no salía hasta que no amaneciera y estuviese el sol fuera.
No lo entendía muy bien pero alguien del pueblo le contó que por las noches, sobre todo las de luna llena un monstruo o un animal salvaje acechaba por el bosque, donde ella vivía y claro ella asustada no salía nunca cuando empezaba a anochecer.
Una tarde de mucho calor, tuvo un montón de trabajo porque vendió a un restaurante hasta treinta sombrillas para montar una terraza al aire libre y claro se le hizo tarde a la hora de regresar a su casa. Iba de camino, cuando escuchó el crugido de unas ramas y como si alguien estuviese comiendo, ella muy asustada hechó a correr pero tropezó con una piedra y cayó al suelo. De repente, unas pisadas se oian cada vez más cerca, y más cerca, Yaki no podía levantarse pues se había torcido el tobillo y no quería abrir los ojos. Estaba a punto de desmayarse del susto, cuando escuchó una dulce voz que le decía: ¡No tengas miedo, no te haré daño!
Yaki que casi ni quería mirar, levantó la vista y vió que era una mujer, su piel era muy blanca, el pelo rubio y los ojos grises muy parecidos a los suyos. Se acercó a levantarla y Yaki le tendió la mano, juntas fueron hasta su casa, donde Yaki agradeció a la mujer que le hubiera ayudado.
Entonces la mujer le contó la historia de su vida. Era muy triste, pero Yaki escuchó sin perderse ni un detalle. La mujer se llamaba Yuri y cuando tenía treinta años tuvo una niña a la que abandonó, porque las gente del pueblo creían que iba a hacerla daño, aunque nunca la dejó sola
del todo, pues todas las noches la visitaba sin que la niña la viese. Yuri en las noches de luna llena se convertía en mujer lobo, pero no atacaba a la gente solo a otros animales para poder alimentarse.
- ¡Si Yaki, tú eres mi hija! y he venido a avisarte de que cuando cumplas dieciocho años también te convertirás en mujer lobo y quiero que sepas todo, solo te salvarás si al salir la luna te cubres con una sombrilla y no la miras fijamente. -Le dijo su madre.
Yaki no podía creerlo, pero al final se convenció, pues esa noche era su cumpleaños y vió como su cuerpo experimentaba unos cambios aterradores ya que también había luna llena, pero no estaba sola, sobre todo ya nunca lo estaría, pues su madre siempre viviría con ella y todos los días estarían juntas, y divirtiéndose en el lago bajo una sobrilla, las cálidas tardes de verano.
María Jiménez Novella 6ºC

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